Es una sensación extraña
la de aceptar a alguien en un papel que siempre deseaste que alguien adoptara y
observar cómo se desvanecen sin más. La determinación de Julie y su voluntad de
formar parte de su vida de igual manera, la habían llevado a los actos más
bondadosos que buenamente había sabido encontrar. Aun así, era tan difícil
coger aire y asumir que ella era así.
Se sentía como aquellas veces en las que
iba al zoo y observaba a los animales ignorarla cuando los llamaba. La
comparación era estúpida o podía parecerlo pero tenía cierto fundamento: había
pasado años observando a su hermana como si fuera uno de ellos. La observaba,
escuchaba y atendía a todos sus gestos, procurando no preguntar ni demandar
nada. Procuraba ser un puerto seguro al que regresar. Y ahí tenía el precio, en
el costado, con unos cuantos puntos y el goteo del suero.
Tenía la cabeza
embotellada y la confusión de rostros y vidas le costó más que todo el dinero
que había perdido en un año. Había sido incapaz de publicar nada, aunque eso no
la había detenido a la hora de crear. Sentía que tenía un amasijo de matojos,
un montón de arcilla revuelta que era incapaz de cocer. Como tal, la gloria de
sus pequeños triunfos se perdían en lo que consideraba importante: contemplar a
su hermana. En todos los sentidos que pudiera tener la palabra; en el de
observarla junto a ella y en el de consentirla. Ahora bien, el mundo había
dejado claro que aquello era imposible. La decisión más difícil siempre la
tomaba ella. Muchas veces creía que su ambición debía retenerse y que la de
Charlotte tenía que librarse de una vez. Quizá por eso siempre le había
parecido un animal enjaulado y quizá por eso, soltó el periquito que la señora
Greggs le había regalado cuando esta no estaba mirando.
Y allí, en aquella
paradoja, recolocándose contra el almohadón, se pasó la mano por los ojos. Se
había asegurado la autoestima sabiendo que podía amar al resto, ahora bien, la
autoestima no era garantizadamente una necesidad previa para querer a alguien.
Había perdido su gran sueño por buscar a su hermana: había ayudado a Ben, había
vendido sus proyectos de una vida de éxito y se había comprado una vida algo
más modesta que le permitiera preguntarse, a las seis de la mañana, en un
hospital, si algún día contemplaría la posibilidad de pedirle algo a alguien
que siempre creía dárselo todo.
Ben entró por la puerta y
Julie le dedicó una sonrisa que era siempre capaz de encontrar, una broma que
no consiguió hacerle reír y se propuso, de nuevo, mantenerse neutra y lineal en
las decisiones que siempre había tomado. Mantenerse única. Mantenerse sí misma.
La misma que Charlotte había dicho que tanto apreciaba.
Fragmento, Julie Granger.
Hermanas
personajes: (c) C. M. M.
Hermanas
personajes: (c) C. M. M.
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